Descripción
Este recorrido en coche nos acerca a puntos estratégicos ubicados sobre cerros o lugares elevados, distribuidos por la comarca de Tarazona y el Moncayo. Los miradores que vamos a visitar nos presentan, como si de una postal se tratara, distintos paisajes de las tierras y las localidades del valle.
Comenzamos nuestra ruta en el mirador del Balcón de El Buste. Este es uno de los miradores naturales más espectaculares de la comarca. Se localiza junto a la carretera que enlaza las localidades de Borja y El Buste, a escasamente un kilómetro de esta última población, sobre los 763 metros de altitud.
El mirador aprovecha el balcón natural que ejerce el escarpe rocoso, continuación de la muela de Borja hacia el sur. Desde dicho lugar se observa todo el valle del Queiles, desde Tarazona hasta Tudela, así como el tramo del valle del Ebro que discurre desde aguas arriba de Tudela hasta las inmediaciones de Cortes (en Navarra), pequeños relieves que sobresalen en los interfluvios como los montes del Cierzo, sierra del Madero y sierra de Alcarama, o los relieves residuales de las Bardenas Reales de Navarra y de la Bardena Negra aragonesa.
A la izquierda se localiza el macizo del Moncayo –sobresaliendo entre los llanos cerealistas–, donde se distinguen los circos glaciares de Morca, San Gaudioso y San Miguel; las cimas más destacadas, entre ellas la máxima altitud del sistema Ibérico, el pico San Miguel o Moncayo (2.314 m), la muela de Horcajuelo, las peñas de Herrera…, y los collados que las delimitan.
El parque eólico sobre la muela acompaña el entorno del mirador, salpicado de pinares de repoblación y pequeños bosques de carrascas de gran interés natural.
Desde El Buste nos dirigimos a la capital de la comarca, Tarazona. Callejeando por sus monumentales calles nos acercamos al mirador de San Prudencio, en la calle San Niñer. Desde esta atalaya construida sobre los restos de la muralla podemos contemplar la zona más moderna de la ciudad, con la ermita de la Virgen del Río, la catedral de Santa María de la Huerta, la plaza de toros octogonal y, en días soleados, el Moncayo. Justo detrás del mirador se encuentra el convento de la Concepción, fundado con el patrocinio de la ciudad en 1541.
Abandonamos Tarazona y nos dirigimos a la población de Grisel, sobre el que se encuentra el Alto de la Diezma. Situado a 800 metros de altitud, es nuestro próximo destino. Se trata de una pequeña alineación montañosa, de dirección sudeste-noroeste que delimita el valle del Queiles y la depresión del Ebro con el macizo del Moncayo. Por tanto es un mirador privilegiado sobre ambas vertientes, abarcando una gran extensión de la comarca.
En este lugar se han habilitado y acondicionado varios paneles informativos y mesas de interpretación del paisaje, adecuando el mirador con información actualizada, para ayudar a localizar los accidentes topográficos y, sobre todo, las numerosas localidades que se avistan desde este lugar. Un área de descanso, con parking incluido, facilita disfrutar del lugar, donde las vistas panorámicas son espectaculares, sobre todo, en otoño, cuando se puede admirar el colorido del Moncayo desde los primeros pisos de vegetación hasta la cumbre, además del valle del Queiles en dirección a Tudela.
En el entorno de La Diezma hay varias “casillas” de piedra, que eran refugios de pastores en épocas pasadas. En Grisel existe una reproducción de las mismas. Recientemente se ha instalado un importante parque eólico en las inmediaciones de La Diezma.
Tras visitar La Diezma nos dirigimos al castillo de Trasmoz. La fortaleza se levanta sobre un pequeño cerro rocoso; a sus pies se asienta el caserío de la pequeña población.
Según fuentes navarras, el castillo de Trasmoz ya existía en el año 1185, cuando las tierras en torno a él pertenecían a Navarra y eran pugnadas por los aragoneses. Finalmente, empezó a formar parte de la Corona de Aragón por mediación de Alfonso II. Posteriormente, pasó a manos de Sancho Pérez de Monteagudo, quien lo recibió por una donación de la Corona.
El castillo de Trasmoz ha sido objeto de inspiración de algunas leyendas. La imaginación popular lo convirtió en un lugar de brujas y aquelarres y el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, durante su estancia en el monasterio de Veruela, se inspiró en algunas leyendas de la villa y el castillo, como la de la bruja conocida como “la tía Casca” y la de la construcción del castillo en una sola noche, por obra de un nigromante.
No fue hasta el año 1988 cuando Manuel Jalón Corominas creó la Fundación Castillo de Trasmoz y comenzó unas labores de restauración y excavaciones arqueológicas que duran hasta hoy. Fruto de esta operación, a través de dicha fundación, se publicó el libro ‘La leyenda negra de Trasmoz’.
La torre del Homenaje, la más antigua, de planta cuadrada, se eleva el centro del conjunto amurallado. La planta del castillo es hexagonal, con las torres en los extremos, de los siglos XIII, XIV y XV. La fortaleza está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde el 22 de abril de 1949.
Desde Trasmoz vamos hasta el monasterio de Veruela, donde debemos dejar el coche para acercarnos al último mirador, el ubicado en el poblado celtíbero de La Oruña, que al estar sobre un alto, se convierte en un espléndido observatorio.
Turiaso, la Tarazona hispano-romana, y toda su comarca, se incluyen en el territorio perteneciente a los celtíberos, concretamente al pueblo de los lusones, que se asentaron en la cara norte del Moncayo, en los valles del Huecha y del Queiles, hasta el Ebro.
Sus enclaves más importantes serían la ciudad de Turiazu y La Oruña (Gruña, Garduña u Orunna), localizada en un pequeño cerro entre Vera de Moncayo y Trasmoz, siguiendo el PR-Z 2 desde el monasterio de Veruela.
Este poblado celtíbero ha sido excavado a lo largo de varios años y en él se han encontrado numerosos restos de aquella época, sobre todo, derivados de las minas de hierro que existen en sus proximidades.
El análisis del yacimiento y sus restos dejan claro que ya estaba habitado en el siglo IV a. C. y que su abandono se produce de un modo paulatino, a partir de inicios del siglo I d. C.
La aparición de muchas monedas de plata, las dimensiones del yacimiento, las murallas, la existencia de instalaciones alfareras hacen pensar que es un yacimiento muy importante. Incluso, algunos investigadores sostienen que sería el primitivo asentamiento de la Turiazu celtíbera y que, tras su abandono, en época romana, con la denominación latina de Turiaso, se trasladaría al actual emplazamiento de Tarazona, junto al río Queiles.